Desde el púlpito presidencial, AMLO provoca esta semana una discusión sobre la estrategia, la pedagogía, el método, para sacar de la pobreza a las mayorías mexicanas. Afirma que tenemos el deber como País, de dar a quien no tiene y que todo esfuerzo por ayudar, condicionado a que el que recibe, haga un esfuerzo personal por ganarlo, tiene un enfoque neoliberal. Analicemos: el neo liberalismo es un modelo económico que deja a las fuerzas del mercado, el motor de la economía. Su contrario, es el modelo neo keynesiano, que deja al Estado la rectoría del crecimiento económico.

Desde el neo keynesianismo, AMLO precisa que la consecuencia del crecimiento debe ser el desarrollo, entendido éste como el bienestar colectivo en todas las esferas de la vida. El asunto de fondo es que, para desarrollaros, debemos crecer, y para crecer, requerimos una enorme cultura emprendedora en todos los niveles de la vida nacional. Kenichi Ohmae, un teórico de la competitividad empresarial analizó el crecimiento de las economías vigorosas de este siglo, concluyendo que aquellas más competitivas, habían desarrollado 4 estrategias: enfoque a la educación por competencias, crearon clústers industriales en los que eran competitivos, tenían gobiernos muy eficientes y desataron el espíritu emprendedor en todos los niveles de la vida social.

Así, la transformación industrial de los países asiáticos, se ha basado en estas estrategias. Corea, Singapur, China, Japón, incluso, son economías dinámicas que generan crecimiento y desarrollo. Los mexicanos tenemos el mismo talento, pero nuestra historia no nos ha llevado a emprender y ni a crear. Culturalmente, hemos esperado que sea el gobierno e incluso los dioses, quienes nos provean de todos los faltantes que tenemos a nuestro alrededor. Más en el sur que en el norte de México, esta cultura del Estado paternalista permea todos los niveles de la vida. Se espera que sea el gobierno benefactor quien otorgue plazas y subsidios.

Frente a las enormes desigualdades sociales que tienen su origen estructural en un sistema económico y político ineficiente y corrupto, durante décadas fue la sociedad solidaria, quien, por medio de asociaciones civiles, de voluntariados espontáneos, de la iglesia progresista, quien cubrió los faltantes del Estado benefactor corrupto. Las metodologías llevadas a cabo coincidían en que la organización popular y las redes de resistencia al sistema económico, eran indispensables para que las mayorías pobres pudieran crear capacidades propias y acceder a una mejor vida.
En estos grupos que por décadas trabajan en zonas rurales y sub urbanas, la metodología de trabajo ha sido formar capacidades y organización, para que, desde proyectos productivos, constructivos, de ahorro y de consumo, se forme una economía popular con esquemas alternativos al sistema capitalista.

Desde aquí, el asistencialismo es criticado. El PRI lo hizo por décadas. El otorgamiento de prebendas desde el gobierno para ganar votos, indignaba a estas organizaciones solidarias. Lo mismo, obtener dádivas de los ricos, las migajas, era considerado un insulto. Recibirlo del gobierno, indignante. Era cambiar el hambre por un voto. La resistencia se expresaba en organización popular para aspirar a una mejor sociedad por la vía del voto. Desde allí surge con los años, una metodología de trabajo expresada en la afirmación (atribuida a Lao Tsé): “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”.

Pero en un argumento fulminante y descalificador, AMLO, afirma que quienes practicamos la estrategia de “enseñar a pescar”, somos neo liberales y quienes practican la entrega de subsidios, son ahora “los buenos”. Resulta que el asistencialismo, el que criticamos por décadas numerosas organizaciones de la sociedad civil, es la estrategia idónea, la que practica hoy el Gobierno federal. No lo entiendo. Trato de comprender por qué lo que la izquierda criticó históricamente, sea hoy la estrategia oficial: repartir subsidios a 22 millones de mexicanos sin asegurar que se convierta en formación de capacidades y en fortalecer la economía popular en su tejido para producir, comercializar, ahorrar y consumir.

El PIB no crecerá en el 2019 (menos de 1.5% es prácticamente cero) y para repartir la riqueza es necesario primero crearla. Para mejorar las condiciones de las mayorías, la sociedad y las empresas debemos seguir trabajando en “enseñar a pescar” y no en “dar peces”; en el trabajo popular solidario, en las escuelas con mayores carencias, en los barrios y en las fábricas, es con el acceso a oportunidades, con leyes que se cumplan, con un corazón generoso, como caminaremos a una sociedad más justa para tener peces para todos.

 

* Director de la Universidad Meridiano

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