“De verdad que no aprendemos”, reclamó Eloy Hernández a otros pirotécnicos que sobrevivieron a la tragedia.

Igual que bomberos, policías y paramédicos que fallecieron, Eloy auxilió a sus compañeros y a la gente que resultó lesionada tras la explosión del primer polvorín en La Saucera.

El estallido se escuchó a las 9:40 horas y acudió al lugar. Antes que él, ya habían llegado vulcanos de Melchor Ocampo y Tultepec.

Después lo hicieron agentes municipales y estatales, quienes confirmaron que había dos muertos.

Lejos de apegarse a un protocolo de seguridad y a las instrucciones de los rescatistas, Eloy y otros voluntarios entorpecieron las labores.

Aun así, los vulcanos intentaron controlar las llamas con una pipa y un coche bomba, pero a las 10:00 horas el fuego se propagó y tres talleres más de pirotecnia explotaron.

El efecto fue devastador y cobró las vidas de otras 15 personas, cuyos cuerpos salieron proyectados y quedaron regados.

Entre las víctimas se encontraban tres bomberos de Melchor Ocampo: Guillermo González Lira, Nazario Guzmán Juárez y el comandante Mario Lino Salinas, quien era el subdirector de la corporación.

También murieron Marco Antonio González, paramédico de Protección Civil de Tultepec; Héctor Méndez Marín, de Protección Civil de la entidad; Jesús David Martínez Durán, policía municipal de Tultepec; y Ricardo Pérez Ramírez, agente estatal.

Un niño tuvo el mismo final, pues tomó un atajó por un sembradío aledaño y fue alcanzado por la onda expansiva que se propagó unos 200 metros a la redonda, según autoridades.

Cuando el lugar se transformó en un cementerio y el olor a pólvora se impregnó en el ambiente, Eloy reconoció que se pudieron evitar tantas muertes.

“Por nuestra imprudencia, hoy los héroes están en el cielo”, reflexionó.

La Saucera se convirtió en un desfile de patrullas, 120 ambulancias y 3 helicópteros del Gobierno estatal, que ayudaron a trasladar a los 49 lesionados a distintos hospitales.

Más tarde, el Gobierno estatal informó que siete de los heridos fallecieron.

Los accesos al predio fueron flanqueados por pobladores, quienes sólo permitieron el acceso a los familiares de los fallecidos y a los cuerpos de emergencia.

Más tarde, elementos del Ejército, de la Policía estatal y personal de la Fiscalía General de Justicia mexiquense resguardaron la zona.

Al atardecer, cuando el saldo de la tragedia ascendió a 24 víctimas mortales, el cura Alejandro Díaz Aldrete, de la Diócesis de Cuautitlán, acudió para elevar una plegaria.

Por otro lado, los gobiernos federal y mexiquense alistan un plan para regularizar los negocios de pirotecnia en esa entidad.

El objetivo, indicó el Coordinador Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, Luis Felipe Puente, no sólo es evitar nuevos incidentes, sino clausurar los establecimientos irregulares.

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