Fue la loba mayor, la reina de la manada, la tuerta maldita, gracias a la magia de un solo personaje. María Rubio fue villana por excelencia.
La antagonista de Cuna de Lobos jamás destacó como heroína desvalida, al menos no en un producto que la proyectara de tal forma como lo hizo con el personaje creado por Carlos Olmos, quien se inspiro en alguno gestos de Bette Davis en la cinta El Aniversario (1968), de donde además tomó el parche que combinaba con su indumentaria.
Catalina Creel también tiene referencias a Catalina de Médicis, reina de Francia del siglo 16 y amante del poder y del envenenamiento.
Desde los 70 se hizo notar en la histórica La Constitución (1970), y en los tres grandes éxitos con Angélica María de esa década: Muchacha Italiana Viene a Casarse (1971), Ana del Aire (1974) y El Milagro de Vivir (1975).
Pero sus primeras acciones como suegra maldita y madre posesiva las cometió en Rina (1977), y aceptó también otras mujeres sumisas, en Colorina (1980) y El Derecho de Nacer (1981).
Tú Eres mi Destino y Abandonada fueron dos trabajos de principios de los 80 antes de Cuna de Lobos (1986) con la que, después de paralizar a todo México, decidió alejarse del género.
Luego de siete años regresó con Imperio de Cristal (1994), con la que intentaron acercarse a la historia de los lobos, pero no lo lograron. Después hizo la que sería su última gran villana en Salomé (2001).
Atrás quedó el clásico de Carlos Olmos, producido por Carlos Téllez. Ningún productor o escritor consiguió darle a María una trama impactante que se acercara un poco a Cuna de Lobos.
Ahí, sin pensarlo, María Rubio se convirtió en la mejor maestra, ya que años después su “alumna” Diana Bracho se “graduó” con honores como la amargada Evangelina Vizcaíno en Cadenas de Amargura (1991).
Por ello, esos que gozaron de las buenas historias como Cuna de Lobos seguramente la extrañarán y, de paso, dejarán escapar un aullido de dolor por su ausencia tan lamentable.