A sus 20 años ha soportado acoso callejero, tocamientos en el Metro, asaltos y cada día libra una diferente batalla para ir a estudiar, pero hace unas semanas ella se libró del peligro más grande que haya enfrentado: ser secuestrada.

El pasado viernes 2 de febrero, al regresar de la escuela y el trabajo, cerca de las 22:30 horas, un sujeto intentó subirla a un automóvil contra su voluntad afuera de una estación de la Línea B del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, en el Municipio de Ecatepec.

Fue un hombre que minutos antes le había ofrecido taxi seguro quien quiso subirla a un Tsuru blanco.

“Había un hombre alto, de camisa blanca, pantalón de mezclilla, cara redonda, sí lo recuerdo muy bien, estaba diciendo ‘taxi seguro, taxi seguro’, yo recuerdo haberle dicho ‘no, gracias, buenas noches’, incluso, tuvimos, por así decirlo, una conversación cordial.

“De repente, me di cuenta que él como que se agachó y se fijó que nadie estuviera observando, entonces dije no, ni de loca me quedo aquí sola, me di la vuelta para volverme a meter a las escaleras del Metro y entonces, él me interceptó y me tomó de los brazos muy fuerte, me miró a los ojos y me dijo ‘no vayas a gritar, te vas a ir conmigo'”, contó a REFORMA la estudiante de Periodismo en la UNAM.

Después de eso, comenzó a gritar y jalonear, para evitar lo que después consideró se trataba de un secuestro.

En un momento, la joven logró zafarse de su agresor, recibió un golpe y éste escapó.

“Fue el golpe de mi vida, nunca había sentido tanto dolor, yo pensé ‘ya valió’ y fue tan duro que pensé que traía pistola, porque sentí muchísimo dolor. Ahora que me han revisado, dicen que no fue con una pistola porque me hubiera abierto, entonces fue con la mano, pero un golpe muy duro.

“Fue un golpe tan duro que sí estuve inconsciente unos instantes, cuando volví a reaccionar, estaba tirada y con la bolsa abrazada, y como pude reaccioné, no me podía parar, me arrastré a las escaleras del Metro para poderme parar, pero esas partes no las recuerdo tan claro”, relató.

Más tarde, algunos transeúntes acudieron a ayudarla, pero estaba en shock, por lo que no dejaba que nadie la tocara, hasta que llegaron dos mujeres policía y la persona que pasaría a recogerla en el Metro.

“Luego llegó la persona que iba a pasar por mí y como pude le conté lo que pasó, ya no recuerdo más que llegar a mi casa y llorar”, dijo.

Natividad, como se llama la víctima, ahora recuerda que en un momento de suerte logró ponerse a salvo de un plagio.



 

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