Luego de haber presentado a los lectores de este diario amigo la relación que entre Arcelia, mi hermana, y yo recabamos de las personas que, hasta donde pudimos conocer, partieron a su destino final, ese su –nuestro- paraíso celestial sumergidos en un mar de amor por toda la eternidad, ahora, al iniciar este 2018 me lanzo a comentar, desear, esperar y sugerir lo que, a mi modo de ver, puede ser beneficioso para los lectores de estas líneas, a su familiares y amistades.

 

Un año nos ha nacido; un año se nos ha dado. Sí, un año nos ha nacido, un año se nos ha otorgado gratuitamente. En él, como con un libro, podemos escribir lo que queramos hacer o deshacer a lo largo de este año, construir o destruir, amar o ser odiados, ser generosos y caritativos o tacaños y ofensivos; todo lo que deseamos, queramos realizar o intentar, lo podemos consumar, escribir en este libro abierto que se nos ha otorgado para, al final de este año, leerlo y darnos cuenta si florecieron los haberes y realizaciones pretendidas, es decir, haber trascendido con lo hecho, o bien, llorar en sus páginas por el tiempo y oportunidades que perdimos para ser más y mejores para con nosotros y todo el universo nuestro.

Venturoso y esperanzador año porque, pese a los nubarrones que opacan un poco o mucho las perspectivas de la pervivencia en esta tierra del género humano con las constantes amenazas producidas por el deterioro del clima y el medio ambiente en general, las guerras fratricidas, las amenazas con bombas nucleares entre, principalmente Corea del Norte y los Estados Unidos de Norteamérica, los ataques terroristas realizados por los yihadistas y otros fanáticos destructores; aquí en México, los sismos cada vez más frecuentes y amenazadores, las inundaciones destructoras, el ruido molesto y grave producidos por los taladros de los aspirantes a puestos de elección popular quienes, muchos de ellos, más que proponer y provocar esperanzas con sus oratoria, con su demagogia se dedican a, generalmente, destazar a sus contrincantes por medio de la descalificación, atacándolos por ser corruptos, venales, emisarios de la inseguridad, pobreza y mil calamidades más que se nos echarían encima si ellos llegaran a los puestos de poder, en muchos casos, convertidos en cotos de caza.

Estoy seguro, y espero que lo sea para la mayoría de los lectores de estas líneas, que lo que deben realizar esos candidatos es, presentar bien cimentadas sus propuestas como producto de sus estudios profesionales y su experiencia política demostrada con realizaciones en favor de la tranquilidad y seguridad social y económica de la población nacional, y no debido a acciones realizadas anteriormente con base a alborotar a la población, brincar sobre las leyes para satisfacer sus propios deseos e intereses personales en contra de las necesidades –y exigencias-, del mismo pueblo al cual pretenden servir.

A esos aspirantes les propongo unos puntos que les pueden ayudar, espero que en mucho, a llevar a puerto seguro esta nave habitada por nosotros, los nacionales, quienes esperamos tener a capitanes seguros, preparados, conscientes de la responsabilidad que tienen de proteger a estos pasajeros, entre los cuales van igualmente familiares y amistades suyos, y llevarnos a puerto seguro al fin de sus mandatos. ¿Qué puntos les sugiero?: Uno, calificar y no descalificar, México necesita a todos para, unidos todos, alcanzar las metas que nos hemos propuesto; dos, no restar, ni dividir, sino multiplicar para y en favor de la población a la cual servirán; tres, reconocer sus capacidades pero, igual, sus limitaciones, por lo mismo no ser ‘todólogos’, es decir no sentirse o creerse ‘dioses’, que todo lo pueden y solamente ellos -cada uno de ellos-, pueden resolver ‘solos’ los problemas que nos aquejan, en todos lados estar, en todo lugar aparecer, siempre presentarse como, uno y único salvador y solucionador de todos los problemas; para eso forman un equipo, un gabinete capaz y docto en las áreas dentro de la cuales les han invitado a participar, por lo mismo delegar funciones y que ellos representen a la autoridad en las circunstancias en las que, con sus capacidades puedan resolver el o los problemas presentados para su solución, es decir, no sentirse con el don de la ‘obicuidad ’ por el cual pueden, y creen, y deben -el ‘ego’ a la máxima potencia-, estar en todo lugar y al mismo tiempo. Más sugerencias existen por ahí, en el rincón de los conocimientos, experiencias y necesidades de cada lector de estas líneas que pueden añadir –o corregir-, estos positivos comentarios para que, espero, puedan ser leídos por personas que buscan esos puestos de elección popular o que algún lector los pueda hacer llegar teniendo relación con algunos de ellos, a nivel municipal, estado y nación.

Termino. Continuaré en el próximo trabajo de escritura platicando sobre otros temas de la historia de Irapuato y el estado nuestro, entre ellos el tema muy interesante ‘Guanajuato en el arte’. Como siempre, acepto y pido críticas constructivas y me repito como posible guía al centro de la ciudad y ofrecer platicas a quienes gusten.

 

[email protected]

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *