Al terminar la secundaria, Luis Ernesto Collazo Orozco, decide dejar los estudios para dedicarse a su verdadera vocación, pasión con la que convivió desde su niñez: la curtiduría. 
“Mi familia no quería que dejara de estudiar y yo estaba convencido de que quería trabajar, me mandaron a la parte donde el cuero estaba más sucio, el pelambre, el curtido, lo único que hicieron fue hacerme crecer. Me gustó el castigo, comprendí que era lo que sucedía en cada proceso y después de un año no se volvió a hablar del tema. Yo estaba bien metido en la tenería”, recordó el empresario. 
Candelario Collazo Sánchez, su abuelo, comenzó en 1904, más tarde sería el turno de su padre, Romualdo Collazo, (a quien perdió a los 10 años) y ahora sus hijos, Luis Ernesto, Fabián Alejandro, y Roberto Carlos representan la cuarta generación que al unir sus nombres le dan sentido a la palabra: LEFARC. 
Convencido de que su sueño era tener su propia empresa y generar empleos en su adolescencia se rodeó de gente que en aquel tiempo eran los “tiburones” del sector. 
“Asistí a una asociación de químicos y técnicos del cuero, conocí a Don Rubén Sánchez y José Julio Ramírez, era el señor de tenerías Búfalo, un señor ya muy grande de edad, yo creo que me llevaría 50 años. Yo tenía 20 años… Ambos eran personas reconocidas en el sector”, detalló. 
“Luego, tomé un curso básico de curtido en el CIATEC, ya como parte de mi preparación, el último curso que tuve fue el del IPADE, de alta dirección de empresas. Siempre nos hemos preparado y creo que ha sido la forma de desarrollarnos como LEFARC”, agregó Don Luis Ernesto. 
En su formación personal, afirma que ante la ausencia de su padre, “mi hermano Romualdo, es de quien viene mi educación, disciplina y todo”, menciona con orgullo. 
Ganarse un nombre en la industria no fue sencillo para el empresario, que nos recibe en su oficina donde tres cosas resaltan: las fotografías de su familia, en las cuales en pocas aparece pues dice entre risas que él es quien las toma, sus premios como empresario y su colección de más de 500 rinocerontes que uno encuentra en el espacio menos pensando de las instalaciones de su tenería. Aparecen como figuras en diferentes materiales, incluyendo cerámica, piel y peluche, así como en cuadros. 
Su gusto por el “rino” comenzó después de que sus hijos regresaran de un viaje a Argentina y le regalaran un rinoceronte, y allí le sugirieron precisamente que este animal debía ser el logo de la empresa, la cual comenzó su historia en 1995. 
“Quisimos salir del clásico “cuerito”, “torito” y mis hijos Luis Ernesto y Fabián, en una vuelta a unas tenerías de Argentina, regresaron y me dicen, yo creo que vamos a ponerle un “rino” (al logotipo). 
El padre inquirió si habían visto uno, pero más bien encontraron una pieza de un rinoceronte: “Se me prendió el foco de que deberíamos ponerle un ‘rino’, por su tesón, empuje y su fuerza”. 
Después de 25 años de trabajar con sus hermanos en la tenería que era de su padre, en 1993 decide separarse. 
Un año después, Don Luis Ernesto, inicia la sociedad con sus hijos en LEFARC, en la calle Cuauhtémoc en León, con unos 14 empleados y una producción de 500 cueros semanales.
Actualmente son generadores de más de 500 empleos, más de 5 mil cueros enteros. 
LEFARC además cuenta con sus marcas Acamex, Euromex, Pieles y Más, Curtex y Mundo Piel, la comercializadora que tienen en el extranjero. 
Luis Ernesto Collazo Orozco, quien gusta de jugar tenis los fines de semana, se enfrentó a diversos retos antes de conseguir estabilidad en su empresa. Hoy, orgulloso, puede decir que los superó con el apoyo de sus hijos, colaboradores y con paciencia, disciplina y empuje. 
“Dar empleos siempre ha sido una de las mayores satisfacciones. En 1995 teníamos unos 30 empleados, y cuando se vino la crisis económica, recuerdo que fue en Semana Santa, le decíamos a la gente si quieren los puedo liquidar, y a los que se quieran quedar, voy a tener que bajarles el sueldo para poder subsistir, porque si no, no vamos a salir de ésta”.
Para su sorpresa todos aceptaron la disminución y “feliz y rápidamente dio la vuelta esta situación. En el mismo año (1995), en agosto después de que Semana Santa se veía trágico, hicimos nuestra primera exportación, un contenedor de pieles a Italia”. 
La segunda experiencia que puso a prueba al empresario fue la cancelación de 2 mil pieles para Estados Unidos. Antecedente que a la postre le traería identificar que el diferenciador de su producto estaría en ofrecer una piel para un mercado más exigente. 
“Contacté al comprador americano en un Anpic, me pidió la piel con ciertas características y de un día a otro, me dice que siempre no… ¿Cómo me dices que no? Le dije que le hacía un descuento y definitivamente no se logró, por fortuna en ese momento empezaba el auge de trabajo para las empresas locales, y requerían de pieles de más calidad. Esta oportunidad nos permitió salir del problema y comenzar a trabajar con pieles de primerísimo nivel”. 
Además notaron que para el mercado premiun, a los insumos se les tenía que agregar pieles libres de sustancias restringidas, o de cualquier contaminante. 
“Hoy contamos con certificación nacional y europeo, respaldan que fabricamos un producto amigable con el medio ambiente. Contamos con nuestra propia planta de tratamiento e implementamos acciones que nos permiten tener una planta limpia para nuestros colaboradores y clientes”. 
“El 55% de nuestra producción es exportación directa, y un 20% de exportación indirecta. El resto es para el mercado nacional”, agregó. 
LEFARC envía pieles principalmente a República Dominicana, Estados Unidos, Vietnam y Canadá. También es proveedor de la firma Timberland.
“Nuestro principal cliente se enfoca en calzado, marroquinería, muebles. Nuestro siguiente reto lo estamos madurando y es llegar al automotriz”, finalizó. 

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