Hace dos veranos, un documental notable llamado “Alive Inside” mostró lo mucho que la música puede hacer por los estadounidenses mayores más vulnerables, especialmente por aquellos cuya memoria y personalidad se ven atenuadas por la demencia.

La cinta abre con una mujer afroamericana de 90 años de edad que vive en un asilo a quien se le pregunta sobre su vida mientras crecía en el Sur. Todo lo que podía decir en respuesta a preguntas específicas era: “Lo siento, no recuerdo”.

Pero una vez que le ajustaron un iPod que reproducía la música que disfrutó en su juventud, sonrió ampliamente y sus ojos brillaron mientras los recuerdos vívidos inundaban su conciencia. Ahora era capaz de describir con detalle la música y los bailes que había gozado con sus amigos jóvenes.

En otro asilo, un hombre con demencia avanzada llamado George se negó a hablar o incluso a levantar la cabeza cuando se le preguntó su nombre. También se le colocó un iPod y, repentinamente, George cobró vida, hablando libremente, moviéndose al ritmo de la música en su silla de ruedas y cantando las canciones que alguna vez amó.

El proyecto Música y Memoria que ofreció los iPod fue inspiración de un amante de la música voluntario llamado Dan Cohen, y desde entonces se ha extendido a muchos asilos e instalaciones para ancianos; aunque, qué lástima, no los suficientes. El Medicaid, que cubre totalmente el costo de medicamentos poderosos que pueden convertir a los ancianos en zombis virtuales, no tiene una política que pague por los mucho menos costosos reproductores de música. Así que la enorme mayoría de los residentes de asilos que pudieran beneficiarse se ven privados de esta alegre experiencia.

Sin embargo, en todo Estados Unidos, el arte en sus diversas formas está mejorando la vida y salud de las personas mayores _ y no solo aquellas con demencia _ ayudando a mantener a muchos hombres y mujeres fuera de los asilos y viviendo independientemente. Con subvenciones de organizaciones como la Fundación Nacional para las Artes (NEA, por su sigla en inglés) y el Instituto Nacional sobre la Vejez, individuos increíblemente entregados con antecedentes en las artes han establecido programas que utilizan actividades tan diversas como música, danza, pintura, bordado, canto, poesía, escritura y narración para añadir significado, alegría y una sensación vibrante de bienestar a la vida de las personas mayores.

A través de un programa llamado EngAGE en el sur de California, Walter Hurlburt de 90 años de edad, quien alguna vez se ganó la vida como pintor de letreros, ahora decora habitaciones en la Colonia de Artistas Retirados de Burbank, una instalación de retiro donde vive, con encantadoras pinturas al óleo que crea a partir de imágenes que encuentra en revistas y libros. Hurlburt asiste regularmente a clases de varias formas de arte en la residencia donde, me dijo, “siempre estoy aprendiendo algo nuevo”.

Su amiga en la residencia, Sally Connors, una ex maestra de escuela de 82 años de edad, se sorprendió a sí misma al escribir y dirigir una obra de teatro que fue interpretada por otros residentes. Luego, con Dolly Brittan, de 79 años, una ex educadora infantil, se sorprendieron escribiendo la historia de sus vidas en rap e interpretando sus biografías a ese ritmo en el escenario para adolescentes en situación de riesgo de quienes eran mentoras.

Tanto ella como Connors dijeron que su recién descubierto involucramiento con las artes les había hecho sentir décadas más jóvenes.

Tim Carpenter, el director ejecutivo de EngAge, está trabajando ahora para ampliar este enfoque a personas mayores que viven en otras ciudades, incluidas Minneapolis; Portland, Oregón; y Raleigh, Carolina del Norte. Su objetivo es crear una red nacional de programas para personas mayores que los mantenga saludable, felices y activos a través del aprendizaje de toda una vida en todas las formas de arte concebibles, permitiéndoles vivir independientemente el mayor tiempo posible.

Como en Burbank, Carpenter está promoviendo el desarrollo de colonias artísticas en residencias para personas mayores donde los residentes puedan estudiar y crear arte en todas sus formas y donde puedan ver a sus creaciones artísticas cobrar vida en un escenario.

El doctor Gene D. Cohen, un gerontólogo de la Universidad de George Washington que murió en 2009, era un firme promotor de los beneficios mentales y físicos de la creatividad para los ancianos. Dirigía el Estudio sobre Creatividad y Vejez, un estudio controlado patrocinado por la Fundación Nacional para las Artes en tres sitios, incluido Elders Share the Arts en Brooklyn, Nueva York, que mostró después de solo un año que la salud de lo ancianos en los grupos culturales se estabilizaba o mejoraba en comparación con una declinación entre aquellos en los grupos de control.

En una película llamada “Do Not Go Gently”, Cohen, quien fundó los Creativity Discovery Corps, presentó a un arquitecto que, a los 96 años de edad, presentó un plan para desarrollar de nuevo el sitio del World Trade Center. Cohen señaló que la creatividad desafía a la mente y resulta en la formación de nuevas dendritas, los canales de comunicación del cerebro.

En 26 instalaciones diferentes en el área de Washington, 15 artistas trabajan dando clases a personas mayores en los centros donde viven o los cuales visitan regularmente. Janine Tursini, directora de Arts for the Aging en Rockville, Maryland, busca “encontrar lo que más dé vida a los adultos mayores”. Grupos de unos 20 adultos mayores se involucran en lo que ella llama “creación de arte”: música, danza, pintura o narración.

Tursini dijo que el estudio patrocinado por el NEA demostró que cuando las personas mayores se involucran en programas culturalmente enriquecedores, experimentan una declinación en la depresión, tienen menos probabilidad de caerse y hacen menos visitas al médico. En otro estudio entre personas con la enfermedad de Alzheimer, un programa de escultura mejoró el estado de ánimo de los participantes y redujo su agitación incluso después de que terminó el programa.

“Las artes hacen que la gente se abra, dándoles nuevos vehículos para la expresión personal, una oportunidad de contar sus historias”, dijo Tursini. “Los programas capitalizan los activos que permanecen, no lo que se ha perdido”.

Naomi Goldberg Haas creó el programa Dances for a Variable Population para hacer bailar a los adultos mayores. Pueden participar personas que no se han movido en años, incluso aquellas que ya no pueden mantenerse en pie. Profesionales jóvenes y bailarines de edad avanzada acuden a varios sitios _ bibliotecas, iglesias, centros para adultos mayores _ donde se reúnen los ancianos y los alientan a “moverse más”.

“El movimiento enriquece su calidad de vida”, dijo Haas. “Es absolutamente sanador. El equilibrio, la movilidad, la fuerza, todo mejora”.

En importantes estudios poblacionales se ha encontrado que el involucramiento social, el cual ofrecen casi todos estos programas, prolonga la vida y mejora la salud en la vejez. Clínicamente, los programas han sido vinculados a una presión arterial más baja, niveles reducidos de hormonas del estrés, y mayores niveles de “hormonas de la felicidad” que son responsables de la euforia del corredor.
 

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