La Sociedad Cooperativa de Producción Textil Artesanal de La Piedad cumplirá 50 años de realizar una de las prendas más usadas por las mujeres: el Rebozo. Gracias al esfuerzo de los artesanos a los equipos locales de futbol se les conoce con el mote de “Reboceros” de La Piedad.
José Armendáriz Torres, secretario del Consejo de Administración, contó la historia por la que ha pasado esta cooperativa desde sus inicios a la fecha, donde vivieron difíciles momentos entre los patrones y el Sindicato de Reboceros en La Piedad.
Recuerda Don José que la cooperativa inició un 21 de julio, pero de 1963, aunque fue reconocida como tal en el año de 1966, “fueron tres años de sufrimiento para los trabajadores del rebozo, puros problemas con los patrones”, dijo Armendáriz.
Señala que en sus inicios fueron 42 socios e iniciaron en el domicilio de la calle Independencia, en la casa marcada con el número 179, propiedad de Jesús Mendoza, por la cual pagaban una renta de $100 mensuales.
En ese tiempo, el párroco Jesús Olalde Bustos llevó a cabo la bendición de la casa-taller, donde dio inicio la cooperativa y autorizó en ese tiempo al padre Vicente Flores Pérez para que fuera asesor del movimiento cooperativo de los trabajadores.
APOYO DE E.U.
Una de las acciones que emprendió el padre Vicente Flores fue conseguir un apoyo con el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, para que les brindara a los trabajadores dotaciones alimenticias como aceite, harina, maíz, que recibían cada 15 días, sólo se pagaba una mínima cantidad por el flete.
Lamentablemente -relata Don José- en un acto “vergonzoso”, los hijos de los patrones Reboceros que tenían puercos para engordar, “daban el maíz a los animales, así que el padre al darse cuenta de eso canceló la ayuda de alimentos”, dijo.
Con la tela de manta, que sólo estaban autorizados a fabricar para no hacer la competencia a los patrones, se hizo una gran producción, y el padre Vicente en compañía de Aurelio Melchor se fue a venderla a ciudades del Pacífico como Culiacán, Puerto Vallarta y Ensenada, sin éxito.
Luego a su regreso, el padre Vicente Flores recibió la burla de varios patrones por el fracaso en la venta de las telas, por lo que decidió entrarle a la fabricación del rebozo, cosa que había pactado que no haría.
Don José Armendáriz, emocionado en cada una de las frases como si estuviera en ese momento, continuó diciendo que el padre Vicente Flores se endeudó con 20 mil pesos para la adquisición de 4 juegos de máquinas compuestas por devanadora, cosedora, dobladora y carretero, dando inicio a la cooperativa con la fabricación del rebozo.
El padre Vicente Flores empezó a recibir presiones por parte de los patrones de la Unión de Reboceros para que continuara su sacerdocio y que dejara solos a los trabajadores, además de la presión por parte de los inspectores del IMSS para afiliar a los trabajadores, pero no contaba con recursos para el pago.
Firmaron a petición de los inspectores un contrato, luego vino un embargo precautorio por no pagar al IMSS, mientras que el padre Jesús Olalde tuvo un acuerdo con el jefe de Hacienda, Don Rubén López Arceo, para pagar a plazos esos adeudos.
“Toda esa lucha de mucho sacrificio, duró tres años, luego vinieron otros problemas, que fueron llevaderos, pero ya no tan difíciles como los de esos tiempos”, recuerda Don José.
REGISTRO DEFINITIVO
El registro definitivo de la cooperativa a nivel nacional, fue el 16 de junio de 1966. Para la adquisición del terreno donde actualmente se ubican, dice Don José que adquirieron un préstamo al Secretariado Social Mexicano, con el cual se compró el terreno a la viuda del señor Gonzalo Romero (tío del extinto presidente Ricardo Guzmán Romero), a 20 pesos el metro cuadrado, otra parte del terreno se pagó con rebozos.
Ya con el terreno, se solicitó otro préstamo de 100 mil marcos alemanes al Secretariado Alemán Mireseo, que se convirtieron en 460 mil pesos, cuyos pagos fueron de 50 mil al mes, esto para la construcción del actual edificio.
La mitad de ese dinero se invirtió en la construcción del local donde se ubican y la otra mitad se invirtió en materia prima, cuyo auge del rebozo duró varios años, donde se tenía una producción de 100 rebozos diarios que iban a los mercados de Mérida, Yucatán; México, D:F; Guadalajara; San Luis Potosí; Puebla y otros ciudades de México.
Don José hace un suspiro y señala que de los 42 socios que iniciaron sólo quedan cuatro y en la actualidad sólo se trabajan 9 de los 20 telares que hay en la cooperativa.

Intimidan a ‘patrón’ y se va a la quiebra

Para los tiempos en que el Padre Vicente Flores regresó de haber recorrido varias ciudades del Pacífico en busca de clientes para su producción, sin éxito -recuerda Don José Armendáriz-, falleció uno de los patrones con el mejor taller, Luis Rueda Cázares, quien se caracterizaba por tener a los mejores trabajadores y fabricaba cantidades grandes de rebozo y los vendía a buen precio.
Al no estar Luis Rueda al frente del taller, quedó al frente su hijo Hilario, que fue apoyado por la Unión de Reboceros luego de que los trabajadores lo emplazaron a una huelga, de la cual llegaron a un acuerdo que se haría un contrato colectivo de trabajo, el cual fue registrado en la Junta de Conciliación y Arbitraje en la ciudad de Morelia.
Hilario Rueda, quien continúo la relación con sus trabajadores, fue intimidado para no seguir con el negocio por los otros patrones de la Unión de Reboceros, además de señalarle que los inspectores del IMSS lo iban a acabar y dejarlo en la calle.
Por ello, los trabajadores se quedaron sin trabajo, pero fueron defendidos por el sindicato, valiéndose de un amparo laboral para defender sus derechos, mientras que Hilario Rueda fue llamado por la Junta de Conciliación y Arbitraje, declarándose en quiebra.
Hilario fue aconsejado por una persona de su confianza, que podía liquidar a sus trabajadores con 8 telares y 5 bastidores, cosa que hizo.
Don José Armendáriz, dice que nunca ha perdido la fe en que volverá una mejor producción de rebozos y la rebocería en La Piedad tenga de nueva cuenta ese auge de antaño, en la actualidad es baja la producción.

Relegan a la cooperativa

El padre Vicente Flores Pérez, asesor de los cooperativistas, tenía conocimiento que los textileros, antes habían sido sindicalistas con un contrato colectivo, el cual no fue cumplido por la Unión de Reboceros de La Piedad (patrones).
Estos últimos no daban trabajo a los trabajadores sindicalizados, pero a los trabajadores libres les daban a manos llenas, aunque cada telar era trabajado en casa.
Para que pudiera funcionar la cooperativa textil, el padre Flores tuvo que firmar un convenio que se estipulaba que la cooperativa no haría la competencia a los patrones con la fabricación del rebozo, sino que fabricarían telas de manta y de sarga, cuya tela se empleaba como materia prima para la elaboración de camisas, faldas y vestidos, que sería comercializada en la “Tienda Nueva”, ubicada en la esquina de las calles de Aquiles Serdán y 25 de Julio, propiedad de Aurelio Melchor Luna.
Así mismo, los trabajadores que laboraban en los talleres de la Unión de Reboceros, acudirían dos horas diarias para fabricar las telas y regresar a sus telares, además de que por esas dos horas no recibirían pago, ya que la idea era aumentar la producción, así como no tener vicios de alcoholismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *