La mayor parte de su vida la ha dedicado al club de sus amores: Reboceros de La Piedad. No como jugador pero sí como un fiel enamorado de su labor en el estadio Juan N. López, en especial en el empastado.
Eduardo Salazar Báez, “El Pulpo”, lleva 32 años dedicado al club desde 1983 cuando aún se jugaba en el estadio antiguo en el centro de la ciudad.
“Mi cariño al equipo La Piedad, nace desde el primer día en que llegue a un entrenamiento, sólo quería ver a los jugadores y ahí, el encargado del club era José Calles me preguntó -¿en qué trabaja?- Y le contesté -en nada-”, recordó.
Por azares del destino, ese día le dieron trabajo para cortar el pasto de abajo de las tribunas del antiguo estadio. Así, poco se fue comprometiendo con Reboceros, hasta que le dieron la encomienda de ser el responsable de la cancha.
De aquellos años ochenta, Eduardo Salazar guarda gratos recuerdos ya que el convivir con jugadores, directivos y afición lo hacían uno más del plantel con el que disfrutó glorias y penas.
“Me tocó vivir los descensos del equipo de Segunda División a Segunda B en dos ocasiones, fueron momentos muy tristes para todos porque esa rama era la más baja del balompié”, recordó.
Pero también le tocaron las glorias de un Reboceros invencible en Segunda B que de inmediato regresó a Segunda Nacional.
Luego, el otro ascenso se dio a principios de los 90 cuando derrotaron al Atlético Hidalgo; ese fue el último juego en el antiguo estadio Juan N. López ya que semanas adelante, Reboceros estrenó casa en la Avenida San Juan del Fuerte.
Siguió los pasos
Eduardo Salazar recuerda, “no esperaba que fuera a seguir allá en el nuevo estadio, nadie me había dicho nada, pero un día mientras terminaban las obras conocí al ingeniero Juan Manuel Estrada, quien me invitó a que yo plantara el césped de la cancha y me dejaron de encargado”.
Desde agosto de 1994, Eduardo Salazar se hizo cargo del mantenimiento de la cancha y otras áreas del Juan N. López.
Y es que, ‘El Pulpo’ de oídas, aprendió de las pláticas que técnicos sostenían con jugadores. Las enseñanzas incluso las puso en práctica con el equipo de futbol rápido El Acuitzio que dirigió logrando un campeonato. “Algo se me pegó de los entrenadores, la verdad” –dijo sonriente-.
De los pasillos de vestidores, Lalo Salazar recuerda los rostros alegres de los dos ascensos de Primera A a Primera Nacional, “no se me van a borrar nunca”, rememoró.
Sin embargo, también recordó los descensos con lo que su rostro se endureció: “Pero también me dolió al igual que a jugadores y afición cuando se perdieron finales ante Aguascalientes, Irapuato y Correcaminos; peor fue cuando Reboceros llegó a la Liga Mx pero la plaza fue vendida a Querétaro”.
Jugadores son grandes
personas
Al campero le tocó comprobar que Reboceros es sinónimo de unidad. En los años del 2000 al 2009, algunos de sus familiares pasaron a mejor vida, entre ellos
su hijo: “No te voy a mentir, pero todos los jugadores de ese entonces fueron a visitarme, sentí que algo me impulso para seguir queriendo más los colores azul y amarillo”, narró emotivamente mientras sus ojos se cristalizaban.
En lo deportivo, mucha gente piensa que los jugadores no sienten la playera, pero es totalmente falso, ellos como profesionales se ponen con orgullo los colores que defienden porque a final de cuentas es su labor.
Eduardo Salazar reveló, “Me ha tocado ver jugadores que salen tristes de algún partido, casi llorando cuando les dicen que por una lesión se les acabó el torneo; han sido varios casos en todas las ramas en Reboceros, desde Tercera, Segunda, Primera A y hasta la Nacional”.
Ha rechazado ofertas
Su fama y buen trabajo han hecho que otras plazas quieran sus servicios, entre ellas Dorados, Altamira y Tepic; en cada cancha Eduardo ha participado mejorando condiciones del terreno.
“Gracias a Dios he conocido mucha gente y cuando Valente Aguirre tomó las riendas de Dorados, me llamaron para trabajar en la cancha de ese equipo porque al principios tuvo problemas para estar en buenas condiciones…me fui a Culiacán unos meses para apoyar en ese aspecto y pues en ese entonces no había equipo profesional en La Piedad”, agregó.
Luego, en Altamira hace un par de años, lo buscaron para que les arreglara la cancha, pero sólo un par de semanas ya que tenía que cumplir con los cuidados en el estadio Juan N. López. Actualmente, apoya también a Coras de Tepic.
“El otro detalle por el que no he querido irme a trabajar a otro lado, es porque llevó tatuados los colores azul y amarillo de mi equipo Reboceros de La Piedad, con el que he seguido su trayectoria desde aquel julio de 1983 cuando me enamoré de este trabajo”, expuso.
Quiere volver a primera
Eduardo Salazar sabe que los años pasan pero confía en que verá de nuevo a su equipo en Primera División Nacional.
“Se ve un sueño inalcanzable pero si están aún con vida, pronto veremos ese inmueble alegre como en 2001. Yo no pierdo la esperanza y me gustaría verlo antes de que me retire”.
Su mote de “El Pulpo”, aunque no recuerda bien quien lo bautizó así, dice que le gusta porque siempre le decían que parecía un pulpo que de inmediato tenía lista la cancha del Juan N. López y en perfectas condiciones.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *