Poco antes de caer el primer gol del Barcelona, un aficionado gritó: “¡Al primero yo invito la ronda!”. Para su suerte, nadie le hizo caso y no pagó nada.
“Me emociono, pero era nada más para mi amigos. Imagínate, ya estuviera pagando”, aseguró Rafael Mares, aficionado del Barcelona.
La zona de comida rápida del centro comercial Centro Max se convirtió en “zona de guerra” con aficionados que acompañaron su hora de comida con el partido final de la Champions League. La mayoría esperando que Barcelona consiguiera el triplete.
“Pues todo en los bares está lleno”, explicó Samuel Reyes, aficionado de Juventus que vestía una playera del Club León.
Los lugares de venta de alcohol y restaurantes estaban a tope, algunos tenían fila, era poco probable que entraran para ver el partido, pero con estar cerca de una televisión bastó.
“Dicen que no hay lugar (en el restaurante). Nos quedamos aquí para no quedarnos con las ganas”, aseguró Javier Millán, aficionado blaugrana.
Fueron dos horas en las que los establecimientos no se dieron abasto, estuvieron a tope y algunos hasta tuvieron que comprar televisiones nuevas para instalarlas y que nadie se quedara sin ver la final de la Champions, que según varios meseros tiene más demanda que algunas finales del futbol mexicano.
Algunos vasos se rompieron, movimientos de emoción por cada jugada, pero aun así los seguidores de Barcelona y los que no celebraron encontraron el pretexto perfecto para convivir.

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