En el tratamiento de un trastorno de alimentación, la familia de quien lo padece representa parte del problema, pero también la solución. Shulamit Graber, terapeuta de Grupo Horizonte, sostiene que estos padecimientos son el síntoma de una familia enferma, con estructuras inadecuadas, en las cuales el síntoma es sólo la voz de eso que no se puede resolver.
La especialista sostiene que es común que quienes rodean al enfermo lo dejen solo en el tratamiento, pues no se involucran ni entienden que se trata de un problema sistémico que debe atenderse en conjunto.
Las personas con trastornos de la conducta alimentaria forman parte de familias con papás muy exigentes y sobreprotectores o por el contrario padres poco implicados en el cuidado de sus hijos.
“(La persona con la enfermedad) siente que haga lo que haga no es suficiente. Son familias donde las expectativas son muy altas. Son padres sobreexigentes donde los hijos viven con una permanente sensación de falta; no saben qué tienen que hacer para satisfacer o cumplir y usan su cuerpo.
“También son miembros de familias con padres sobreprotectores que también son exigentes y que tienen rasgos obsesivos y perfeccionistas o están poco implicados en el cuidado y protección de sus hijos; el abandono y el descuido favorece el aislamiento y éste es blanco perfecto para un trastorno de la alimentación. Tenemos los extremos: la sobreexigencia, la sobreprotección y el descuido”.
En estas familias no están marcadas claramente las jerarquías. “Las familias con un trastorno de conducta alimentaria generalmente tienen límites y fronteras muy difusos y jerarquías muy débiles”.
Además, son familias que no saben cómo vincularse afectivamente, sostiene la especialista: “No saben cómo decirse lo que sienten, cómo acariciarse, cómo abrazarse…”.
En Europa y Estados Unidos, las familias deben firmar documentos para garantizar que se involucrarán en el tratamiento de la persona con el trastorno. “En estos lugares no permiten que se trate una persona con trastorno si la familia no firma y hace un compromiso de que está involucrada”.
De acuerdo con Grabe, la terapia familiar para tratar los trastornos de alimentación debe centrarse en tres dimensiones: interacción familiar, es decir cómo se relaciona la familia; estructura familiar, que tiene que ver con cómo está hecha ésta, y la transmisión de creencias y mitos en torno al valor de la comida, la forma de comer, la salud y la enfermedad.
Conductas de riesgo
El número de personas con conductas alimentarias de alto riesgo que originan el desarrollo de trastornos alimentarios se incrementó casi al doble en seis años, según las encuestas nacionales de Salud y Nutrición, referidas por Claudia Unikel, especialista del Instituto Nacional de Psiquiatría.
Según los datos, mientras la encuesta de 2006 reportó que 0.7% de los adolescentes presentó conductas alimentarias de alto riesgo, para la del 2012 se incrementó a 1.3%.
Se consideran conductas de riesgo prácticas dietéticas y ayunos, ejercicio excesivo, uso de laxantes y diuréticos y vómito inducido con el fin de perder peso.
Los jóvenes entre 15 y 19 años son quienes presentan con mayor frecuencia estas conductas; según la encuesta de 2012, reportaron estas conductas 1.9% de las mujeres y 0.8% de los hombres.
